El orden social es entendido como el conjunto de valores, costumbres y normas que regulan la vida social. En este sentido, los valores se conceptualizan como las reglas que gobiernan de forma individual a las personas, las costumbres como aquellas reglas heredaras y las normas como las reglas legalizadas.
En líneas generales, se puede afirmar que el proceso de interiorización de estas reglas responde al proceso de socialización, donde instituciones como la familia o el estado cobran una especial relevancia.
La no conformidad con las reglas sociales definiría lo que se ha venido a denominar como desviación. Este proceso estaría protagonizado por las minorías que viven en desacuerdo con los objetivos que imponen las reglas mayoritarias, y con las medidas que se adoptan para conseguirlos.
La desviación, en todo caso, va a depender del tipo de orden social predominante. Distinguiendo fundamentalmente entre el orden que se corresponde con el consenso social y el orden cuyas reglas sociales reflejan un estado de dominación de una clase sobre otra.
LA DESVIACIÓN EN LAS SOCIEDADES TRIBALES Y ESTRATIFICADAS
La estratificación social implica una jerarquía social, que en muchas ocasiones, supone una desigualdad institucionalizada. Si bien, la Psicología Social, a través de la Teoría de los Roles, ha demostrado que la posición de los sujetos en la estructura social suscita expectativas de conducta que refuerzan la jerarquía, aumentando la sensación de desigualdad y reforzando las relaciones de poder.
En este contexto, existen diferentes razones por las que los individuos aceptan la estratificación social y las relaciones de poder que se establecen en este tipo de sociedades. La identificación del poder social de un individuo “B” en un individuo “A”, sería una de ellas. Este proceso de identificación se sustenta en lo que se ha llamado las bases del poder social:
- Poder de recompensa.- Basado en la percepción de B de que A puede otorgarle recompensas.
- Poder coercitivo.- Basado en la percepción de B de que A puede castigarle.
- Poder legítimo.- Basado en la percepción de B de que A tiene derecho a prescribir su conducta.
- Poder referente.- Basado en la identificación de B para con A.
- Poder de “Experteza”.- Basado en la percepción de b de que A tiene un conocimiento especial relativo al asunto de que se trate.
El no reconocimiento de estas bases de poder en el individuo “A” puede dar lugar a minorías, consideradas como grupos al margen del orden social establecido.
Las sociedades estratificadas son la consecuencia evolutiva de las sociedades tribales, y suponen la aparición del estado. En muchas sociedades ambos tipos de relaciones coexisten, dando lugar un grueso minoritario de población excluido tanto del sistema tribal como del estratificado.
Diversos autores establecen un paso intermedio entre las sociedades tribales y las sociedades estratificadas, la jefatura.
Por su parte, la sociedad tribal es un orden cerrado. Como norma general, los miembros de la tribu tienen relaciones consanguíneas. Se protegen entre ellos, y todo lo ajeno es visto con desconfianza. La perpetuación de la tribu en el tiempo está muy relacionada con el hecho de vivir en un mismo espacio geográfico y compartir recursos. Los conflictos internos plantean problemas de identidad tribal, lo que tiene como consecuencia que la violencia se convierta en muchos casos, en una herramienta muy poderosa de control social.
Al contrario que la sociedad estratifica, la sociedad tribal es una sociedad igualitaria todos los varones son iguales y con capacidad para ejercer la autoridad, por consiguiente, tienen que establecer sus credenciales, adquiriendo status y respeto.
La relación con el poder que se establece en las sociedades tribales es completamente diferente a la descrita en las sociedades tribales. Por un lado, la pluralidad de «dirigentes» provoca una constante inestabilidad, y por otro, si se tiene en cuenta que todo dirigente encarna los deseos del grupo y, en esa medida, es apoyado por el mismo, si los deseos del grupo se ven frustrados, el dirigente se ve disminuido y puede surgir un potencial retador.
Por ello, en la búsqueda de apoyo, los dirigentes se retarán entre sí para consolidar su posición en el grupo. Su mensaje girará en torno a conceptos como «derechos», «territorios hereditarios» o «justas demandas».
Aún así, cuando una parte de la tribu se opone a los propósitos políticos de la misma, se ve obligada a abandonarla y consecuentemente a crear una nueva tribu o fracción.
LA SOCIEDAD MAURITANA
En Mauritania nos encontramos con una sociedad tribal, donde las relaciones feudales son una pieza más dentro de la organización social. Aún así, es importante señalar que, actualmente, las tribus no tienen el poder político que se les atribuía en décadas pasadas, si bien continúan teniendo un importante peso dentro de la sociedad.
Esto es debido, entre otros motivos, a que el estado Mauritano, es a priori, un Estado débil, con escasa capacidad para reconducir las relaciones sociales que se establecen en su territorio, entre las diversas etnias que conviven en él. Esta debilidad del Estado se acentúa en las zonas más periféricas del país, donde la pérdida de legitimidad estatal da lugar a que los ciudadanos sean más sensibles a participar en movimientos extremistas. La diversidad étnica, es además, fuente de conflictos.
EL PAÍS DE LOS «BLANCOS» y EL PAÍS DE LOS «NEGROS»
En Mauritania conviven fundamentalmente dos núcleos de población, Trab El Beydán (“el país de los blancos”) y Trab El Sudán (“el país de los negros”).
En concreto, los negros harratines viven al margen de la sociedad mauritana al negárseles los derechos básicos, son considerados ciudadanos de segunda clase, y se enfrentan a duras condiciones socioeconómicas.
Actualmente, los harratines pueden considerarse como el grupo más susceptible al mensaje de los radicales islámicos, atraídos entre otros, por un mensaje persuasivo que les incita a reivindicar su igualdad.