Entender el juego de la ballena azul es muy complicado. Adivinar cuáles son las razones por las que un joven decide quitarse la vida se antoja francamente difícil, sin embargo, al final todo tiene una razón y la realidad es que los «ballenas» se multiplican en países como Colombia, Argentina o Brasil, mientras en España han comenzado a registrarse los primeros casos.
Desde un punto de vista criminológico podría afirmarse que no se asiste a una nueva forma de delito. Al igual que ocurre con los ciberataques hablaríamos de la aparición de nuevos escenarios que en un momento determinado pueden modificar el modus operandi, pero en ningún caso la motivación del propio acto delictivo.
Son numerosas las referencias que se tienen de captaciones de menores con objetivos suicidas relacionados con sectas y grupos con tintes satánicos. En este caso en concreto, el fundador de origen ruso, busca como ya lo hicieran otros, limpiar el mundo de aquellos que representan lo más bajo socialmente hablando, un tipo de comportamiento desviado documentado a lo largo de la historia y que nos acerca al mismísimo Hitler.
En estos temas nunca hay buenas noticias, pero lo que si nos ofrece este juego es la posibilidad de detectar de forma temprana la posibilidad de que nuestros hijos adolescentes hayan decido unirse al grupo. En este sentido cobra mucha importancia la colaboración que desde los colegios e institutos podamos establecer.
Participar implica superar 49 retos +1 un desafío final, acabar con su vida. Estos retos dejan claras evidencias en los cuerpos de los jóvenes puesto que las autolesiones forman parte del ritual. Asimismo existen una serie de pautas como despertarse de forma reiterada a las 4:20 h. de la madrugada que pueden ser un síntoma de alerta.
Está claro que la irrupción de las nuevas tecnologías en nuestras vidas conlleva toda una serie de riesgos que convierten a los adolescentes en un grupo más vulnerable, si cabe. Sin embargo, decidir llegar hasta puntos tan límites está relacionado con problemas previos, que en muchos casos, podrían tener que ver con enfermedades como la depresión. De hecho, el propio instinto de seguridad lleva asociado el rechazo a hacerse daño a uno mismo, lo que a su vez está unido a emociones como el miedo.