Cultura · Empresa · Habilidades directivas · Historia

Dos empresas con nombre de mujer: dos casos de éxito

Dos mujeres, dos vidas, dos empresas. Diferentes generaciones y dos ejemplos a seguir, porque quien dirige sus sueños y quien lucha por ellos es capaz de llegar y aunque, a veces, la suerte parece que te da la espalda, tu puedes decidir.

MIS DOS MUJERES DOS

«LA MUJER QUE FUE CAPAZ DE SALIR A BOLSA CON 22 AÑOS, UN PISO Y UNAS SÁBANAS»

Esta es la historia de una mujer que no dirigió empresas, no estudió una carrera universitaria y tampoco recorrió el mundo con una mochila. Esta es la historia de una mujer que dedicó su vida a los demás sin pertenecer a ningún partido político, congregación religiosa o lobby. Esta es la historia de una mujer que nunca firmó un contrato, nunca cotizó a la seguridad social pero nunca ha dejado de estar en activo. Esta es la historia de una madre.

Hace 40 años en España no era muy habitual encontrar mujeres que ansiaran alcanzar el éxito profesional. Algunas simplemente se dejaban llevar por lo que la sociedad del aquel entonces les decía que tenían que hacer, otras querían llegar, marcar la diferencia, abrir puertas y caminos pero no podían, y otras, las que menos, elegían.

Entre esas mujeres que pudieron elegir estaban aquellas que renegaron del famoso «Manual de la buena esposa» y aquellas que prefirieron casarse y tener hijos. Para aquellas que prefirieron casarse y tener hijos, no había coste de oportunidad, solo un deseo y una convicción. Estas mujeres decidieron y, a pesar de tener todos los medios, pensaron que su sitio era otro más allá de ciertos conceptos machistas que comenzaban a cuestionarse y de cierto revuelo feminista que ya podía percibirse en el ambiente.

Un pequeño piso, 22 años, un marido y un viaje de novios a Santa Cruz de Tenerife con escala en Barcelona, además, de un ajuar muy propio de la época (sábanas, toallas, y menaje del hogar vario) es todo lo que la mujer de esta historia se llevó de la que hasta ahora había sido su casa, y mientras el joven que la había enamorado trabajaba fuera del hogar, ella se encargó de optimizar los ingresos que llegaban a la «familia de dos» que habían formado. Corría el año 74.

A día de hoy la rentabilidad de sus inversiones es tal que en la cuenta del haber tiene: dos hijas, cuatro nietos y un hombre que todavía la mira cómo si fuera única. Mientras que en la cuenta del debe el único apunte contable que no se ha movido es el que ella misma ha convertido en su razón de ser. Y es que nunca se ha dado cuenta de lo mucho que ha dado, de tal manera que aún cree que posiblemente haya sido insuficiente.

La cuestión es que, actualmente, su empresa cotiza en bolsa y sus acciones nunca bajan. Jamás ha tenido que verse obligada a pedir un préstamo y, mucho menos, ha tenido que hipotecar su activo.

Altas dosis de paciencia, dedicación, amor y la mejor fabada que nadie haya probado jamás son su secreto.

La clave está en la dedicación y la vocación. Ser constante y querer todo lo que haces es solo el principio. Dudar pero no vacilar, decidir pero no imponer, asertividad frente a pasividad o saber retirarse a tiempo con valentía, son otras de las máximas que consiguieron que esta mujer de 66 años no haya dejado a un lado la sonrisa que la convierte, sin ningún género de dudas, en un caso de éxito.

«LA SOCIEDAD ANÓNIMA MÁS RENTABLE DEL MERCADO: LA MUJER QUE NUNCA PERDIÓ LA SONRISA»

Esta es la historia de una mujer que tantas veces tropezó tantas veces se levantó. Esta es la historia de una mujer que saltó obstáculos, nadó contracorriente y levantó piedras que doblaban su peso. Esta es la historia de una mujer que no paró hasta que encontró su camino, y que nunca cayó en la tentación del atajo fácil. Esta es la historia de una madre.

¿Nunca os habéis preguntado quién es la persona que está sentada delante de vosotros en el autobús?

Es curioso, vivimos rodeados de gente pero no sabemos nada de nadie. Cada uno tenemos nuestra historia. Historia que vivimos de forma anónima, perdiéndonos, en muchas ocasiones, las historias de «pequeños grandes héroes» que nunca llegarán hasta nosotros porque su mérito no lleva nombre de empresa, sino que su nombre es, simplemente, un nombre de mujer.

Maestra, opositora, recién casada, con su marido destinado fuera de la Comunidad Autónoma donde había sacado su plaza y embarazada. Así llegó la mujer de esta segunda historia a Madrid.

Dedicada por completo a los que ella siempre llamaba «sus niños», vio como el suyo propio se desvanecía dentro de su vientre primerizo. Una cardiopatía congénita de difícil pronóstico fue todo lo que pudo escuchar en su 20 semana de gestación. Su hijo nacería 17 semanas después, un 15 de septiembre y fallecería 30 días más tarde, un 15 de octubre.

La mujer, jamás perdió su sonrisa. Sintió rabia y dolor, pero también agradecimiento. Aceptó todos y cada uno de los sentimientos que la iban rompiendo y a la vez construyendo. Nunca buscó culpables. Guardó un trocito de su corazón para ese niño y prometió no olvidarlo nunca. Tatuó su nombre en su brazo como símbolo de rebeldía, y aunque cada 15 de septiembre revive su maternidad frustrada, siguió adelante.

Montó su S.A. y solicitó su NIF. A partir de este momento y sabiendo que partía con un capital social mínimo, decidió que solo podía ganar. Tomó todas las precauciones necesarias para que no volviera a pasar. Si había sido mala suerte, sabía que la «buena» (suerte), esa que todos dicen que hay que buscar, la estaba esperando y si había habido algún problema lo solucionaría.

Pruebas genéticas, médicos y hospitales, todos ellos concluyeron que no había un «porqué …» más allá del «le tocó a tu hijo». Así que un año después y con la seguridad del que sabe que todo es posible inscribió la escritura de constitución de la sociedad en el Registro Mercantil de su provincia.

A día de hoy sigue disfrutando de «sus niños», a los que ha sumado dos más y aunque con cada embarazo revivió la angustia del primero, con el miedo lógico del «y si vuelve a pasar» su empresa sigue caminando y parece que nadie ni nada puede detenerla.

Perseverancia, esa es la clave de esta historia. Continuar sin rencores. Resurgir como el Ave Fénix, para entender que partir de cero no es posible, pero volver a empezar siempre es una opción.

Esto es lo que ha convertido a esta mujer que hoy tiene 39 años, en una mujer de negocios capaz de gestionar una idea empresarial que se gestó siendo una adolescente, cuando ya tenía claro que en un futuro le gustaría tener una S.A. llamada familia.

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