Cuento de princesas · Liderazgo · Socialización

¡Muero de amor!

«Pretty Woman»

Desde un punto de vista muy poco ortodoxo, el amor romántico es ese «no sé qué», que te traslada a un «no sé dónde», y te lleva a un «no sé cómo», mientras un conjunto de «mariposas» se instalan en tu vida, no pagan alquiler y se adueñan del mando a distancia, del teléfono móvil y hasta de la nevera.

Entender esta situación no siempre es fácil, el desorden de los «no sé qués, no sé dóndes y no sé cómos», muchas veces nos lleva a estados marcados por una profunda contradicción donde el miedo o el deseo de «…» pueden incitarnos a «querer» exterminar a las «mariposas» antes de tiempo.

Y digo «querer», porque en este caso en concreto, la expresión «querer es poder» se convierte en una cuestión de fuerza de voluntad, ya que son numerosas las ocasiones en las que perdemos esa «voluntad» al vernos imbuidos en un estado químico con raíces genéticas e influencias ambientales, donde los ideales aprendidos e interiorizados nos llevan a una definición del «amor» que va más allá de su concepto biológico:

«El amor es la necesidad fisiología de una pareja exclusiva para la cópula, la reproducción y la crianza, y cuya satisfacción genera placer».

Las fases del amor romántico

Nos guste o no, «enamorarnos» implica la superación de una serie de fases, para las que los tiempos van a depender de nuestra predisposición, capacidad de control o experiencias previas.

Encontrar a la persona «ideal» no es sencillo, ya que el proceso solo culmina cuando el sujeto «susceptible de enamorarnos» es poseedor de los rasgos esenciales que, ya en la más tierna infancia (5 – 8 años), hemos identificado como aquellos que nos complementan a través de las asociaciones con amigos, familiares o experiencias.

(Esto explicaría que un hombre se fije en una mujer que de alguna manera guarda cierta similitud con su madre, o viceversa, que una mujer intente encontrar un hombre cuyo comportamiento se asemeje al de su padre. CUIDADO, esto no implica que no hayamos superado ciertos complejos que se abordan desde el PSICOANÁLISIS).

Fase 1: Atracción, «despegamos»

La primera fase, estaría relacionada con el deseo sexual. Dicen los expertos que durante esta fase el hombre se estimula visualmente («me gusta lo que veo») y el deseo es constante, mientras que en la mujer la estimulación es auditiva («dímelo otra vez») y el deseo es periódico.

El deseo sexual está estrechamente relacionado con los estrógenos y los andrógenos, y tiene una base neuroquímica completamente diferente a lo que socialmente identificamos con el amor («¿por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?»).

Fase 2: Enamoramiento, «deshojando la margarita»

Durante esta fase, los niveles de dopamina y norepinefrina aumentan, mientras que la serotonina disminuye.

La dopamina

La dopamina se relaciona comúnmente con el sistema de placer del cerebro («aquí nadie habla del corazón»), dando lugar a sentimientos («ahora sí, comienzan a subir las pulsaciones») e intensificando las emociones.

Hablamos de la euforia, las palpitaciones, la motivación … pero también de la ansiedad, el pánico o la desesperación cuando se rompe la relación.

La norepinefrina

Él «me quiere», «no me quiere», no es fruto de la casualidad. El aumento de la norepirefrina es el culpable de las búsqueda de pistas de los sentimientos de la otra persona hacia nosotros.

Por otro lado, la norepirefrina es la gran aliada de la factoría Disney, donde la idealización del amor romántico se traduce en historias de príncipes y princesas. El aumento de la norepirefrina es el que nos permite fijar las cualidades positivas de la persona que nos ha llevado a un estado de euforia (dopamina), rechazando las negativas («esas que todos ven menos tu»).

La serotonina

En contraposición a la dopamina y la norepinefrina, cuando «deshojamos la margarita» la serotonina disminuye («esto no es del todo bueno»), ya que la serotonina controla impulsos y comportamientos obsesivos («el famoso no me lo puedo quitar de la cabeza»).

Fase 3: Culminamos, «después de la tormenta, siempre llega la calma»

La revolución química no dura eternamente («sería agotador»), debemos tener en cuenta que el cerebro tiene un nivel de tolerancia («gracias a Dios»), por lo que, más tarde o más temprano, llegarán la oxitocina y la vasopresina («sustancia química de la monogamia»), para que podamos descubrir nuestros sentimientos y abandonemos el estado transitorio de locura que produce el enamoramiento («Platón y San Agustín ya hablaban de él»).

Los niveles altos de oxitocina y vasopresina interfieren con los niveles de dopamina y la norepinefrina, lo que explica por qué con el tiempo la sensación de apego crece mientras que la locura apasionada del amor decae.

 «El lobo de Wall Street»

A veces entrar en el despacho de un superior es sinónimo de estrés o lo que es lo mismo de sudoración en las palmas de las manos, de un incremento de la frecuencia cardiaca o de un tartamudeo extraño que nos devuelve de pronto a los 15 años cuando nos sacaban a la pizarra y no habíamos hecho los ejercicios de matemáticas.

Las razones pueden ser varias o variadas, desde un miedo a la autoridad que nos impide acercarnos a las jerarquías más altas de una forma natural, hasta una agresividad controlada y provocada, en cierta manera, por una persona que más que ejercer un liderazgo lleno de matices cuyo fin el último es la motivación, ha adoptado posturas con ciertos tintes psicopáticos alejadas de cualquier rasgo relacionado con la empatía o la habilidad social.

En cualquier caso, estamos perdidos y aunque la canción insista en hacernos creer que la culpa es del «cha cha cha», la realidad es que existen toda una serie de desequilibrios a los que podemos apuntar directamente con el dedo («aunque sea de mala educación»).

Lo que está claro es que ante situaciones de este tipo pasamos por un proceso adaptativo que nos hará protagonizar un baile que comienza con la fase de alerta, continua con la fase de defensa y culmina en una fase de agotamiento («agujetas incluidas»).

Aun así no nos alarmemos todavía, nuestro cuerpo está preparado para el estrés puntual, el problema se produce cuando este estrés se convierte en algo prolongado o crónico.

El cortisol y la adrenalina

 El cortisol junto con la adrenalina es conocido por su implicación en la respuesta de lucha o huida y el aumento temporal de la producción de energía.

Así es como trabajan el cortisol y la adrenalina:

Lunes 8:30 h. Reunión con el Sr. Rodríguez («factor de estrés»).

Lunes 8:31 h. Las glándulas suprarrenales comienzan a secretar cortisol, inundando nuestro cuerpo de glucosa e inhibiendo la producción de insulina con el objetivo de evitar que la glucosa se almacene y así favorecer su uso inmediato.

Además, el cortisol estrecha nuestras arterias mientras que la adrenalina aumenta la frecuencia cardiaca.

Lunes 9:00 h. Finaliza la reunión.

Lunes 9:15 h. Los niveles hormonales ¿han vuelto a la normalidad?.

IMPORTANTE: El exceso de cortisol derivado de una exposición constante a situaciones de estrés puede llegar a provocar sensaciones de fatiga y agotamiento, irritabilidad, ira, problemas de memoria y concentración, debilitamiento del sistema inmunológico o incluso dolores de cabeza o estómago.

«Conclusiones»

Para poder vivir (que no sobrevivir), debemos comprender y aceptar nuestras emociones e intentar que estas cohabiten con la razón, de este modo, NUNCA MORIREMOS DE AMOR, o ¿SI?.

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